
AKTNEREA

La Niña escucha, contempla y estudia
no por hambre, no por elección
y cuando advierte el corazón denso
como si este enterrase sus entrañas,
La Niña, desesperada, grita
o le gritan
o son ambas al unísono.
La Niña no enjaula el pensamiento
Y se cuestiona si
¿lo que oye es auténtico?
¿lo que observa es real?
¿lo que piensa le pertenece?
Porque La Niña siente mucho
tanto que a veces huye
y en su soledad, le pregunta al éter
cuando llegará a su hogar.
La Niña tiene familia
La Niña tiene amigas
Pero es una espectadora
de ellos, de ella.
La Niña anciana se busca agotada
preguntándole a su entorno si la ha visto,
preguntándole a su entorno si la reconoce.
Desde la infancia anhela marcharse,
porque ella no pertenece,
ni al interior de las tejas rojas
ni al frío asfalto.
Así que La Niña se esconde,
se esconde tanto, que ha hecho
del hueco de detrás del armario
una casita que la arropa cada vez que llora.
La Niña antes de ser anciana fue fantasma,
vagando en busca de consuelo,
consuelo que encontró vacío.
Y La Niña inevitablemente cambió, y
se convirtió en anciana antes de llegar a la década
la noche que sentenció su suerte
en un pliego que colocó en la cómoda de su madre.